lunes, 26 de septiembre de 2011
domingo, 18 de septiembre de 2011
Seis palabras (2)
- Hola, puedo pasar?
- Si…claro…adelante
Laura se sentó en la butaca del comedor, hasta unos
instantes más tarde no decidió mirarme a los ojos. Cuando por fin lo hizo, pudo
comprobar como mi rostro había perdido todo tipo de felicidad, de vida, observaba un cuerpo vacío. Piel y carne. Podía ver mi declive, mi gran agonía.
- Vengo del hospital. Acabo de
abortar.
Seis palabras. Tan solo fueron
eso. Seis palabras que recordaré siempre, que cuando vengan a mi mente cuando
sea un anciano, seguiré sintiendo ese mismo pinchazo que quebró mi estómago. No
había visto a Laura desde hacía siete meses. Nos encontramos en el 60’s.
Bebimos tanto que volvimos a amarnos por una noche. No nos importaron las
peleas, ni los desencuentros, tampoco los gritos a altas horas. Solo ella y yo,
juntos por esa noche. Desapareció. No respondió a mis llamadas, no pude
encontrarla en su casa, tampoco en el trabajo. Desapareció.
Ahora se sienta en mi butaca y
pronuncia esas seis palabras. Tan solo eso. No dije nada. Cogí el paquete de
tabaco de la mesita, saqué uno de los cigarrillos y me lo puse en los labios. Jugueteé
con él poniéndomelo entre los dientes mientras le ofrecía uno a Laura. Hizo que
no con la cabeza, agachó la mirada y cerró los ojos. Mientras me encendía el
cigarrillo se levantó y se marchó de nuevo.
Ese día hacía un año y 2
meses que mi enfermedad había desaparecido. No había vuelto a tener esas
horribles náuseas, no había sangrado más por la nariz, los hematomas habían
desaparecido y mi pelo había dejado de caerse. Mis manos volvían a responder a
las órdenes que mi cerebro les enviaba. Empezaba a sentir que había vuelto en
mi. Sin embargo me miraba al espejo y caía en la cuenta de que había perdido la
batalla. Mi piel estaba llena de arrugas, a mis ojos les rodeaban una especie
de globos morados que llegaban hasta donde acababa mi nariz. Solo me quedaba
algo de pelo a los lados de la cabeza y mi barba se había vuelto completamente
anarquista. Pesaba 42 kilos. Las secuelas eran peor que la enfermedad. Deseaba
volver a estar enfermo. Lo deseaba con todas mis fuerzas.
- Tengo que ir a comprar,
necesito leche.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
"Mi enfermedad" (1)
-“Leche
Entera. 1 litro”. Esta servirá.
Me dirigí a
la caja para salir de allí cuanto antes. La cajera parecía abducida por algún
espíritu que se había introducido en su mente y la violaba una y otra vez. Tuve
que toser varias veces hasta que al final pudo darse cuenta de que estaba allí,
delante suyo. Solo quería pagar la leche, meterla en una bolsa e irme a casa a
tirarme en el suelo y emborracharme hasta perder el conocimiento.
No hice
ninguna intención de saludar a la portera, ni una triste mirada que le hiciera
indicar que le deseaba, al menos, un día aceptable. Nada. Crucé la puerta,
corrí hacia las escaleras, entré en mi casa y allí acabó todo. Después de eso
solo tuve valor para beber.
Entraba una
pequeña luz a través de la persiana. Miré el reloj de la mesita que había
comprado en la tienda de antigüedades. Las 10:30. La luz venía del 60’s, el bar
donde conocí a Laura, donde la vi por primera vez. Me extrañó que estuviera
abierto a esas horas, pero no le di más importancia. Al intentar levantarme del
suelo noté como mi cuerpo había decidido castigarme por mi mal comportamiento.
Mi espalda hizo un crujido que me pareció que llegaba hasta mi cerebro. Mi
cabeza crujía. Podía volver a sentir mi enfermedad. Allí estaba de nuevo.
Acompañándome en esa mañana soleada de otoño.
- Mi enfermedad.
Me preparé
un ruso blanco para desayunar y me senté en la mesa del despacho. Sobre la mesa
solo había una máquina de escribir, un par de bolígrafos y algunos folios en
blanco. Me senté en la silla y empecé a escribir todo lo que pude.
martes, 6 de septiembre de 2011
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